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Insurgentes Dibujos (3)

Después de mucho tiempo, hace su regreso el tercer ciclo de esta columna de repaso por las ediciones locales que llaman la atención por sus calidad. En un ambiente cada vez más marcado por el cuidado en la edición como un valor de producción, los editores ponen el acento tanto en los formatos como en la impresión de sus productos. Sin más, entre Nu Guinea y Los Mutantes del Paraná, vamos a los hechos, constantes y sonantes.

Alan Dimaro viene sacándole punta al lápiz desde hace más de 10 años, cuando apareció con el primer número de Sr. Valdemar. La experiencia fue corta, y luego del número 2, el fanzine/revista pasó a engrosar los anales de la historia. Algunos años después,  Alan encontró en la historieta autobiográfica el sendero que recorrería hasta hoy, con su tira Cabrón. Ese recorrido, comenzó en el blog de La Duendes, alrededor del año 2012. Esas tiras terminaron por compilarse en el primer tomo de la tira, a los que siguieron el segundo y tercer tomo. Y en donde Cabrón se fusionó, al menos en parte, con el emprendimiento en conjunto de La Gran 7, que a la manera popularizada en los blogs de historietas colectivas, un grupo de artistas subía sus historietas a razón de una vez por semana. Lo que sorprende es el crecimiento sostenido en el tiempo, que hoy encuentra al autor dueño de más de un registro estético, capaz de expresar de manera deliberada tanto un dibujo crudo, desprolijo y potente, como un trazo delicado, trabajado en los detalles y manejando con soltura los grises aplicados de manera artesanal. Todo eso, con puestas en página creativas, en donde los fondos están tan elaborados como los personajes. Luego del tercer tomo de Cabrón, llegó la hora de El libro negro, una novela gráfica en donde Dimaro hace el salto de calidad definitivo. Saliéndose del esquema de una página/una anécdota, el argumento se desenvuelve en cuatro capítulos de largo aliento. Allí, Alan repasa y ficcionaliza su propia historia con hincapié en las relaciones afectivas. Un relato de verdad consigo mismo, pero que a la vez, realiza algo casi imposible, desdoblar de una vez por todas a la persona del personaje, Dimaro ya no es Cabrón, y Cabrón ya no es Dimaro. La historia tiene un conflicto final que la arroja hacia adelante. Con este nivel de dibujo y argumento, solo queda esperar lo que sigue.

Federico Ferro, es más conocido en las redes como Epileptic Fred, y que, a la sazón, no es solo uno de los organizadores de Dibujados, sino también la mano detrás de El Señor Nada, un personaje que solo parece tener continente -pues solo es un contorno antropomorfo- pero que tiene con mucho contenido, y que juega de continuo con los límites de la narrativa secuencial. Por si esto fuera poco, Ferro es el curador y editor de la colección Libros de Juguete, una colección de libros artesanales de diminutas dimensiones -8 x 6 cm.-, de la que ya lleva más de 14 libros editados. Es imposible hacer una reseña pormenorizada de cada uno de los tomos, pero lo que Ferro propone es sencillo, invitar artistas que le gustan para hacer un relato libre y exploratorio del lenguaje  secuencial y narrativo. Lo que define a la colección es la experimentación. Todos los tomos son interesantes, algunos en mayor medida que otros, por supuesto. Entre los que mejor destacan se puede mencionar ejemplos como Andar, con arte de Darío Oliva; Explosión, de Martín Lietti; El pozo – El amo, con arte de Juani Navarro y Oh No, de Muriel Frega. Entre otras cosas, Federico no solo imprime los libros, sino que los encuaderna en la técnica se denominada cartoné, o sea, tapa dura, haciendo de cada edición un libro objeto, conformando una selección de exploraciones dentro los límites de la narrativa más interesante que se ha visto en los últimos tiempos. Alguno de los nuevos números de la colección vendrán a todo color, a estar atentos.

Figura en los registros de Zinerama que el recorrido en la historieta de Sebastián Mario, comenzó dentro de las páginas de Difícil que el chancho chifle, el fanzine anual que editaba el taller de historieta que Salvador Sanz impartía en el Centro Cultural Julián Centella, hace ya una pila de años. El segundo registro que tenemos de Mario, lo podemos hallar en el fanzine Espinazo, que no fue otra cosa que la reconversión del mismo fazine anual cuando Sanz mudó su taller a la Escuela La Ola. Las producciones que hizo Sebastián para ambas publicaciones fueron cuando menos interesantes. Así, luego de un período de ausencia, reapareció con su primera producción en solitario, Arkaika. El libro se apoya en una historia corta, pero vibrante de acción y sin dialogo alguno, que cuenta la guerra entre el Reino Mono y el Reino Reptil. Un enfrentamiento cruel y total, sin vencedores ni vencidos, donde todos pierden, en el que la narrativa de la violencia destaca por sobre todas las cosas. La secuencia narrativa es clara y dinámica, el dibujo es expresivo y potente, y maneja con soltura y solidez en los cambios de encuadre. Los grises están bien aplicados. La historia si bien simple deja con ganas de más. Es una pena que todo se resuelva en 32 páginas. El libro viene con varios extras, dibujos, ilustraciones y una mini historieta. La edición es cuidada y bien impresa. Esperemos que pronto podamos ver más.

Lejos y hace tiempo hubo una revista de cortísima vida en los quioscos, que nadie parece recordar, el año era 2010 y se llamaba Bang!. Impresa en papel de diario y en formato 14 x 20 cm, la publicación alcanzó el número 4 para desaparecer sin casi sin dejar rastro alguno. Con severos problemas en la edición, diagramación e impresión, la publicación no era más que un conjunto de buenas voluntades al servicio de una emprendimiento inviable. Pero en medio de aquella desolación, un dibujante rico en posibilidades, con un estilo barroco y aún sin pulir, solo necesitó unas pocas páginas en el último número de la revista para quedar en la memoria, era Juan Fioramonti.  Luego de siete años sin noticias, Alquimia Comics, el sello capitaneado por Federico Sartori y Nicolás Flores, tuvo el buen tino publicar Destellos Oscuros, una antología de historietas que reúne trabajos de Fioramonti en solitario y en dupla con diversos guionistas. Las historias son correctas, con argumentos sólidos y bien resueltas, pero lo que destaca es el descomunal arte de Juan, un dibujante enrolado en el estilo clásico, con influencias de Moebius, Bilal, Maroto, Olivera, Zanotto -o sea los dibujantes de lo que acá Skorpio definió como La Gran Aventura-, pero combinadas en una síntesis personal. Y si bien su trazo aún está lleno de detalles, deja atrás la carga barroca para dar lugar a un preciosismo que no es común de ver en la historieta actual. Falta decir que pocos dibujantes manejan con tanta solvencia la anatomía animal, algo que brilla en la ultima historia de la publicación, Jirafas. A brindar, por más historietas de Fioramonti.

Así termina este recorrido, ¡ojalá la cuarta entrega no demore tanto en aparecer!

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Insurgentes Dibujos (2)

A unas semanas del último Dibujados, sigue la tarea de revisar novedades que circulan por los cada vez más extendidos circuitos de la Historieta Independiente Argentina. En estos tiempos iconoclastas es buen remedio sumergirse en las propuestas que llaman la atención por su calidad. ¡Apurala, Litoooooo!

Entre Pinamar y Valeria del Mar se encuentra Ostende, localidad donde reside Muriel Frega, una artista de puro talento y gran capacidad autogestiva, que no para de generar proyectos interesantes. Entre su nueva producción está la publicación de Amores en danza, en donde ilustra los textos de Javier Barrera.  El libro mezcla en relato gráfico en historietas en algunos capítulos y la prosa exclusiva en otros, dando una mixtura peculiar. La obra cuenta la historia de la familia Jara a través de sus miembros mujeres. Milagros Jara es iniciada en el arte de la danza por su madre el día de su cumpleaños número 6. En las paredes el estudio de baile están colgados los objetos que pertenecieron a sus antepasados, y cada uno de ellos tiene una historia detrás, algunas felices, otras dolorosas. La narración de Barrera es episódica, destacando los momentos necesarios para llevar el hilo conductor de de la obra. El dibujo de Muriel es plástico, haciendo indivisible el texto del dibujo, con una puesta en página compleja y siempre cambiante. La tapa tiene tintas metalizadas -el scan de la derecha no le hace honores-, y los interiores son a todo color. ¡Hay que estar atentos porque solo se hicieron 100 ejemplares!

Después de un largo parate, en donde los muchachos de Panxa se reestructuraron y siguieron editando a buen ritmo libros, revistas y fanzines para todos los gustos, volvió a aparecer un clásico de esta época: la Panxarama número 9, cambiada y renovada, pero con el mismo espíritu de siempre. Lo primero que destaca es el formato, dejando atrás el 14 x 20 cm., o sea el A5 refilado, para saltar al A4, lo que permite que la revista luzca los dibujos que porta. Otra de las característica es que el staff de esta edición está integrado por hombres y mujeres en partes iguales, pero mejor que eso es que el nivel de todos es de bueno a muy bueno. Destacan los aportes de Epileptic Fred con Sin Fin, de Daniela Ruggeri con La pileta de Menen(dez), de Max Vadalá ilustrando el cuento de Godofredo Fink titulado Una casa de Paso, y de Verónica García con Síncopa. Además brillan las contribuciones de Gory con Noche en la Tierra, una especie de zapping del apocalipsis muy efectivo, Ramona II con El encuentro, con un nivel de dibujo tremendo y una historia muda, figurativa y profunda, y Constanza Oroza con Pérdido, una narración poderosa de arte superlativo. En resumen, el mejor número de Panxarama por lejos.

Sádico es la versión extendida y corregida de la homónima publicación lanzada el año pasado. Enmarcada de lleno en la corriente Grim’n’gritty, muy popular en el cómic americano de los 80 y 90, con exponentes como The Punisher, Lobo y el Suicide Squad , la historia se centra en el personaje de tapa, un anti-héroe dispuesto a tomar la justicia por mano propia -ser juez y verdugo- para dictaminar sentencia sobre los criminales que mata sin el más mínimo remordimiento e, incluso, disfrutando del acto, de allí su nombre. Su antípoda es El Momia, un súper-héroe, que respeta la vida, pero que al verse superado por la operación criminal que intenta desbaratar, recurre a Sádico para que lo ayude en su cruzada. El guion de Fernández y Palazzesi explora el enfrentamiento entre las visiones opuestas de los vigilantes, para encontrar las zonas grises donde ambos fallan, mientras exponen cuestiones de relevancia social y criminal. El dibujo de Jesús Soria está en nivel de excelencia, con buenos planos y encuadres, además de un buen manejo de la anatomía y los gestos. La impresión láser garantiza masas plenas, puesto además de tener tapas color, los interiores están a dos tintas. Si bien la cuestión de la justicia particular -omnipresente en las historietas influenciadas por la corriente más comercial del cómic americano- fue zanjada desde la creación del estado de derecho, destaca la calidad con que los autores exploran la polémica.

Cierra este escueto recorrido, La Llave, la serie de 7 tomos -o sea 7 revistas- escrita, dibujada y editada por Ramiro Gerez Murguia, el factótum detrás del sello Mandale Tinta. De producción cuantiosa, sostenida y veloz, el dibujo de Ramiro -en plena formación- todavía tiene mucho campo para mejorar, pero aún así destaca en él una habilidad inusitada para la dinámica del movimiento y las escenas de acción, algo que le permite contar sus historias plagadas de elementos fantásticos y humor cotidiano. En La llave, tres desconocidos obtienen poderes insólitos que no solo los llevaran a trabar amistad sino que también a unirse en contra del malvado Uskomaton. Las revistas están bien editadas, aunque sería excelente agregar una rotulación digital en el futuro. Acción pura, buenos personajes, una trama divertida y una serie larga que empieza y termina, pocas veces ha pasado tanto en las haras del fanzine.

Por hoy ya está bien, pronto se vienen más reseñas! Hasta la historieta siempre!

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